Por Andrés Felipe Velásquez
Entre más temprano se empiece a estimular al niño, mayor será el desarrollo de sus habilidades sociales, intelectuales, emotivas, creativas.
Desde el vientre, incluso, puede empezar esta tarea de educar desde el hogar. La madre, entonces, es la primera tutora si le lee, le pone música suave y le describe el entorno.
Esa es una premisa que tiene Claudia Elena Bustamante Jaramillo, licencia en educación preescolar de la Universidad Lasallista.
“Primero, desde el embarazo, donde toda la información que le comparte la madre a los niños la van aprendiendo con facilidad. Si desde el vientre materno le vas dando información de lo que se ve alrededor, le describes, el niño lo irá captando, lo irá conociendo a partir de las de las sensaciones”, dice.
Luego de que nazca el niño, el acompañamiento de la familia propicia un entorno que permite crear un ambiente de sociabilidad, de conocer y aprender.
“Si no se hizo la estimulación desde el vientre, los niños van explorando desde los sentidos, el tacto y el gusto principalmente, a partir de esto se empieza a dar el primer contacto intelectual”, cuenta.
Aprendiendo todo el tiempo
En la formación desde el hogar, el juego es un escenario protagónico. Carolina Carvajal, sicóloga educativa, considera que el juego es la forma en la que inicialmente los niños aprenden, explorando, interactuando con los objetos y personas que están a su alrededor.
“Los niños necesitan tiempo para poder realizar esta exploración, inicialmente sucede de manera simbólica, luego ellos le van dando significado a todo lo que sucede alrededor”, dice.
No se trata de exigir a los niños conocimientos académicos, pero sí elementos cotidianos, colores, conceptos como lejos y cerca, grande y pequeño, dentro y fuera, entre otros.
Agrega Carolina que “el juego es importante porque favorece habilidades psicosociales y físicas, estimula el desarrollo motor, el desarrollo de la inteligencia, favorece el desarrollo de habilidades emocionales. Por este medio aprenden a interactuar con otros niños, estimula la solidaridad, porque aprenden a compartir”.
Aunque no hay una edad determinada para la formación desde el hogar, Carolina comenta que el acompañamiento debe iniciarse en una edad temprana y debe continuarse de manera más intensa en los primeros años escolares.
En la medida que van creciendo, el acompañamiento debe ser menos dirigido y se debe procurar la motivación de la propia curiosidad de los pequeños.